2 de julio de 2010

El Lado Correcto

El Vasco Echeverría estaba empezando su última medialuna del desayuno cuando respondió el llamado del radio, eso lo solía hacer el chofer pero en ese preciso instante se encontraba enunciando una serie de epítetos descalificativos hacia una taxista por un encierro que se había producido quinientos metros antes, por lo que antes de empezar a agredirla tuvo que recordarle cual había sido la maniobra incorrecta. El vasco tardo varios segundos en decidir cual de sus manos despojaría para poder contestar el llamado, eligió entonces embutirse la factura en la boca a emprender una búsqueda de donde apoyar el vaso de café con leche caliente sin que las partes predecibles de su cuerpo corrieran el riesgo de alguna quemadura aunque sea de menor grado.
–¡Se! – Escupió –
– Echeverria? –pregunto la voz femenina del otro lado – Tengo un traslado para ustedes, Clínica San Martín, Sra. Sosa al Centro Cardiovascular Uribe
– ¿Prioridad? – quiso saber el vasco –
– Mira si te voy a dar a vos una urgencia, con lo lenteja que sos –acotó la voz– solo un traslado por control.
– ¿San Martín el Loquero? – Preguntó el Vasco haciendo total caso omiso a la acotación–
– San Martín el Instituto de Salud Mental, o ¿conoces alguna otra clínica San Martín que sea cliente nuestra? – Inquirió la voz –
– ¡Hacete coger por un burro, pero no un burro cualquiera, un burro que este en el guiness! – Le grito el chofer de la ambulancia a la taxista que ya se encontraba como a cincuenta metros – el vasco miro su pulgar que se encontraba pulsando el interruptor de la radio y no agrego nada –
– Vos siempre tan vulgar – sentenció la voz con un gran dejo de desprecio –
– Solicitud recibida y en proceso, Corto – finalizo el vasco y le balbuceó el destino al chofer mientras con su dedo índice escarbaba sus dientes despojándolos de los restos del desayuno –
EL Vasco era médico, especialista en emergentologia, había estudiado en la UBA e incluso logro acceder a la residencia en el Hosp. Fernández, pero la vida lo llevo a terminar trabajando para una empresa de traslados de urgencia, allí conoció a la operadora de la Radio, con la cual se encontraba casado.
12 minutos después bajo de la ambulancia justo frente a la puerta de la clínica, cruzo la acera que estaba limpia, despejada y soleada estrenando el ambo bordo que le había comprado su madre el día anterior, se acercó a la puerta, toco el timbre, se anuncio e ingreso.
Un pasillo estrecho de salpicret blanco de un metro y medio de ancho y cinco de largo servia de recepción y sala de espera y al fondo de este una reja a tono con el ambo del vasco cortaba el pasillo separando los cuerdos de los sin juicio.
El vasco se acercó al mostrador de entrada, se anunció, informo del traslado de la Sra. Sosa, completó formularios de rigor con firma y sello y tomo asiento en el único lugar disponible, el que estaba junto a la reja.
Apenas pasó un minuto cuando vio que del otro lado de la reja salía una extremadamente llamativa mujer, de largas piernas, rubia, de pelo ondulado y generoso busto por lo que el vasco no presto ninguna atención a su rostro. La mujer cruzo la reja con su llave y paso junto a su lado, vestida con una musculosa blanca de amplio escote, un cinturón ancho que ahora le dicen micro falda, color blanca también y sandalias de taco alto a tono. A la mujer todavía le faltaban 2 metros para llegar al mostrador de recepción cuando se le escucho:
– ¡Así no se puede trabajar! – le chilló a la secretaria– ¡Una viene acá a laburar! ¡A darles lo mejor de una! ¡Son unos libidinosos! ¡Se te paran al lado para rosarte! ¡Y te miran el escote! Yo soy una profesional – agregó – yo estudié como un año en “Enfermeras.com” para ser auxiliar de enfermería.
El vasco ya se había desilusionado de que ella no fuera la Señora Sosa y de repente dejo de prestarle atención, creo yo que no porque no le interesase semejante mujer ni tampoco porque sabia que el no tenia ninguna posibilidad de algo con ella, sino talvez porque ella se había ido.
Pasaron 5 minutos más desde la salida de la rubia cuando una chica joven de unos 17 años se asomo del otro lado de la reja, prolijamente vestida y con una mochila en su hombro, una señora sentada dos asientos mas allá de Echeverria se levanto y se acercó
– Ya era hora! Dale apurate que tengo el remis en la puerta! Dale! – Insistió la Mujer, como si el traspaso de la reja dependiera de la joven –
– Hola Mamá, no se si sabes pero hay una ley física que dice que la materia es impenetrable, así que por mas que tengas el remis en la puerta hay que esperar a la enfermera para que me habrá la reja – dijo la joven intentando explicar lo obvio –
– No empeces Daniela – advirtió la madre casi al borde del grito – No llevamos un minuto y ¡ya empezas! ¿vez que con vos no se puede? Y ahora encima sabes mucho de física pero todavía no terminaste segundo año. Me pones los pelos de punta! –sentenció la madre mientras sacaba un blister de clonazepan de su bolso y se tragaba una cual tic-tac–
La secretaria viendo esta situación y recordando que la enfermera de la micro falda ya no estaba salio tras su escritorio y le abrió la reja a la joven que agacho la cabeza y marcho junto a su madre.
El Vasco aprovecho la puerta abierta de la calle y salió a fumar mientras esperaba. Ya en la calle volvió a ver a aquella rubia enfermera a unos 20 mts. del lugar conversando animadamente con el chofer de la ambulancia, era evidente que él le había convidado una medialuna porque ella tenia su dedo índice en su boca. Echeverría encendió un cigarrillo, giro su vista y se encontró a escasos metros con una jauría de perros con su correspondiente paseador que mirando seriamente a un labrador dijo:
– Basta! Cuantas veces te dije que la cortes? Sentate y espera ahí como los demás? – le ordenó al perro – O acaso no entendes lo que estoy diciendo? – le pregunto y se quedo aguardando una respuesta–
La respuesta no llegó, al menos no hasta que el Vasco se terminó su cigarrillo y volvió a ingresar al establecimiento, se acomodó en la misma silla que ocupaba, miro la reja y se pregunto cual de los lados de la reja era del de los cuerdos.