28 de junio de 2016

La razón discreta

Hace mucho tiempo que con un amigo queremos laburar juntos en un proyecto de teatro. El tema es que el tiene una mirada muy distinta a la mía acerca de cómo hacer teatro. Entonces me dejo llevar por el pensamiento de que el cariño es más fuerte y lo cito para que nos encontremos a tomar algo sin esconder mis reales intenciones. Acepta, llega puntual como siempre y le ofrezco un té verde sin azúcar, ni edulcorante, ni stevia porque él dice que estos endulzantes rompen la estructura del té verde. Pongo música, Schubert, se que le gusta y lo relaja. Permítaseme en este punto hacer un pequeño despacho: “Ambos somos heterosexuales” y si hago esta aclaración es porque lo conozco a usted que lee y ya imagino lo que está pensando. Así pues, haciendo honor a los suizos a la hora de hacer negocios, le dedico 15 minutos  a hablar de cotidianeidades y acto seguido lo encaro directamente: “Bueno… vamos a laburar juntos, como te parece que arranquemos?” El me mira, y lanza una gran carcajada, apoya su taza de te y me dice, “Mira, yo quiero trabajar con vos pero tengo dos grandes postulados para arrancar, uno: tener un gran texto con una gran dramaturgia y si esto no es así mi segunda máxima es que el que me dirija sea más inteligente que yo” Listo, pensé, estoy al horno, no tan malo como que Donald Trump sea presidente, pero si echa por tierra cualquier idea de compartir un proyecto, claramente no soy dramaturgo y mucho menos mas inteligente que él. No voy a entrar en estas líneas a detallar su extenso curriculum, solo créanme, esto había acabado antes de empezar. La conversa siguió fraternalmente, nos reímos mucho y nos chicaneamos otro tanto. Nos despedimos calurosamente, con la promesa de seguir pensando algo. Al día siguiente, mientras le preparo a mi hija el desayuno le pregunto a ella “Queres Oreos con la leche o galletitas de agua?” y ella me responde: “Quiero dos panes blancos, poco tostados, uno con manteca y el otro con dulce de leche” Abrí la heladera refunfuñando y esta se iluminó, me vino la idea a la cabeza de que siempre hay mas de dos opciones, siempre hay una tercera, una cuarta. Así pues, termine de preparar el desayuno con una de esas sonrisas maquiavélicas que me caracterizan y me puse en contacto con una actriz, a la que se que este muchacho le quiere entrar como testigo de jehova al timbre, para que participara del proyecto. No soy Dramaturgo y tampoco muy inteligente, lo que si se es que las sotas matan reyes y que cosa tira mas que una yunta de bueyes. 

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